“La envidia es una declaración de inferioridad”. -Napoleón

La hoja errante

Compartiendo lecturas

Cortesía de Rafael Bordao

NOTA: 

Retomamos el tema de la envidia, que el pasado año condujo a repensar a muchos compatriotas, colegas y amigos, aunque nadie se manifestó sobre este asunto tan indispensable, su lectura pasó (aparentemente) sin penas ni glorias… Hablamos de la demacrada envidia, esa sucia partera que guarda parentesco con la astucia de los celos… Debemos estar al tanto de nuestros sentimientos, saber qué los mueve y hacia dónde se dirigen, porque de continuar con esa carga negativa, con ese alzamiento contra nuestra tranquilidad, llegaremos al lugar donde sólo hay escombros, apóstatas y yerbas malas. Amig@s, dejen de preocuparse (con cierta sospecha, esto es para los que apliquen) de lo que han hecho o hacen los demás; dejen de comparar su proximidad o lejanía con el éxito ajeno; no se perviertan con el menosprecio y la pusilánime indiferencia que nos tienen sitiados, no dejen constancia del receloso silencio que pudiera enconárseles, y a su vez convertirse en estéril semen o en parto de agua de borrajas… HAY QUE DIGERIR BIEN ESTOS TEMAS PARA QUE PASEN AL TORRENTE SANGUINEO Y DESPUES YA FORME PARTE DE NUESTRO DNA.

Damos las gracias a todos los amigos que nos escriben, ellos son:

Servando Gonzales, Julio Bordas, Jesús Barquet, Maya Islas, Olga Connor, Vicente Echerri, Elena Rodríguez, Felipe Lázaro, Louis Bourne, Nilda Cepero, May Betancourt, Marilú Capín de Aguiar, Mariela Gutierrez. Enrique del Risco, Lourdes Gil, Rita Geada, Sara Martínez Castro, Manuel Gayol, Iván Acosta, Pedro Monge, Nilza L, Aymee Correa, Leonora Acuña de Marmolejo, Antonio Gómez Sotolongo, Mireya Robles, Waldo González, Gordiano Lupi, Alban Bonilla, y otros. Unos nos contactaron para felicitarnos; otros para corregirnos cualquier omisión que hayamos cometidos, y algunos más, para enviarnos valiosos textos, poemas y refrescantes comentarios. A todos les enviamos un abrazo afectuoso de serenidad en Primavera…

Cordialmente,

Rafael Bordao.

Mucho cuidado: Cuando la envidia se vuelve seria y patológica

¿Puede la envidia ser patológica?. La envidia devora a las personas y destruye cualquier suelo fértil. Mata todo lo que está vivo y corre a la velocidad de un tsunami. Demuele todo. La envidia es destructiva tanto para nosotros como para los demás. Es un sentimiento que hace amarga la existencia, especialmente cuando alcanza su máxima intensidad.

Quizás a veces también nos ha pasado sentir envidia de otra persona. Por sus cualidades físicas, por ejemplo, o por los objetivos que ha logrado o por su suerte. La envidia es un sentimiento que todos en mayor o menor medida hemos sentido alguna vez.

Sin embargo, hay un tipo de envidia que se dice que es saludable y que no produce ese sabor amargo. Su presencia es como un pequeño golpe en la espalda que nos recuerda lo que queremos o lo que nos gustaría cambiar y que nos deja con un regusto de tristeza y melancolía. Un poco de envidia sana no es ni amarga ni destructiva como patológica.

“La envidia es una declaración de inferioridad”. -Napoleón-

Escucha la envidia para que nos ayude

Ya sea saludable o patológico, la envidia nos dice que nos falta o que creemos que no tenemos algo. Quizás indica la presencia de una sensación de inferioridad que nos impide tener relaciones saludables con los demás o quizás nos recuerda ese sueño que tuvimos y que quedó atrapado en la antesala de nuestra vida. Cualquiera que sea el mensaje, la envidia siempre tiene algo que decirnos, por lo que es importante escucharla.

Envidia

Al negarlo u ocultarlo no obtendremos nada. La envidia está ahí y quiere advertirnos de algo. De lo contrario, no sentiríamos una punzada en el pecho cuando nos enteramos de la suerte de otra persona. No nos importaría

Cuando sentimos envidia, tenemos la sensación de que algo está girando dentro de nosotros. Por eso es importante escucharlo, traducir lo que intenta decirnos, aceptarlo y tomar medidas. Sí, el peón para mover está en nuestras manos, nadie más. Somos nosotros los que tenemos la última palabra sobre qué hacer con ese sueño incumplido, no lo olvidemos.

La envidia patológica nos destruye

Es cierto que no siempre tenemos los recursos necesarios para hacer realidad nuestros sueños, pero tal vez podamos adaptarlos a nuestras posibilidades y hacer esfuerzos constantes para hacerlos realidad. Por lo tanto, es normal a veces sentir ese tipo de pellizco cuando vemos que alguien ya ha llegado a donde nos gustaría llegar o en un punto que nos marea solo con la idea de llegar allí.

El problema es cuando esta envidia se convierte en la pieza central de nuestras interacciones con los demás. Cuando domina nuestras relaciones y comenzamos a hacer comparaciones continuas entre nosotros y los demás. De esta manera, lo único que obtenemos es desviar la atención de nuestra existencia para dirigir nuestra mirada crítica hacia afuera. Una mirada que busca encontrar el error, la fragilidad o la debilidad de los demás. Una actitud de castigo que no perdona la felicidad de los demás.

La otra persona se convierte en un sujeto de odio, porque nuestra felicidad depende de su mala suerte, y nuestra mala suerte de su buena suerte. Un laberinto de malestar que gira en torno a la sensación de envidia y tiene el poder de hacernos ciegos cuando tenemos que encontrar soluciones.

Convierta la energía negativa en positiva

Ante la trampa de la envidia y el efecto de negatividad que crea, se vuelve crucial transformar esta energía (destinada a criticar y encontrar “errores” en los demás) y hacerla positiva, para poder buscar lo que nos hace verdaderamente felices. Todo el esfuerzo que ponemos en tamizar lo que es externo a nosotros, debemos volcarlo hacia adentro.

Solo nosotros podemos ser nuestro criterio. Es importante suponer que las comparaciones son realmente innecesarias. Cada ser humano es único y tiene sus fortalezas y debilidades. ¿Por qué compararnos con los demás? No somos la misma persona, no tenemos la misma experiencia, no vemos el mundo de la misma manera …

Cada persona está hecha de manera diferente. Habrá personas “mejores o peores” que nosotros en un área específica y no en otra. Este es un aspecto que debemos tener claro si no queremos caer en la trampa letal de las comparaciones.

Una persona puede ser un desastre en matemáticas, mientras que para otra puede ser un tema extremadamente fácil. Sin embargo, puede ser que este último no sea tan creativo como el primero, lo que en cambio es una explosión de arte y creatividad. cada persona brilla con su propia luz.

Como hemos visto, por lo tanto,  solo viviendo en nuestra realidad podremos concentrarnos en lo que queremos ser y cómo podemos ser. El mejor aliado para el progreso no es la envidia, sino la aceptación, ese apoyo que puede impulsarnos hacia lo que queremos y que a veces simplifica nuestro viaje.